El presente artículo tratará de desmontar dos opiniones bastante extendidas, en general, en la derecha política española: 1) que el mantenimiento de la Iglesia Católica es interesante para la eutaxia española, y 2) que tras su caída ascenderían otras supercherías aún más nefandas.
Para responder a estas dos cuestiones deberíamos plantearnos cuál es realmente la influencia de la Iglesia Católica en la sociedad española. Una vez determinada esta, podremos decidir si esa influencia es tan positiva o, incluso, si resulta prescindible.
Es innegable que el peso de la Iglesia en España, al contrario de lo que sucedió en el resto de Europa, supuso en su momento un freno decisivo, salvo alguna rara excepción, para el auge de la superchería y la superstición. En la actualidad, dado el descenso en las vocaciones sacerdotales, el descenso en el número de católicos practicantes, etcétera, es probable que la propia Iglesia vea con buenos ojos un auge de la “espiritualidad” aunque sea materializado en la superstición y la superchería a fin de mantener un “terreno abonado” sobre el que poder sembrar después, y recuperar esas ovejas descarriadas.
En cuanto a la influencia de la Iglesia en España, podemos advertir tres líneas: 1) una influencia gravitatoria, 2) una influencia instrumental y, 3) una influencia intercalar. No podemos desarrollar aquí cada una de estas líneas de influencia –para ello nada mejor que acudir a la fuente: La influencia de la religión en la sociedad española, varios autores, Libertarias/Prodhufi, 1994-, pero sí podemos dar alguna nota que nos ayude a comprender esta división. Mejor con ejemplos:
En el caso de la “influencia gravitatoria” la masa institucional religiosa ocupa por si misma una parte del espacio total, bloqueando otros contenidos alternativos susceptibles también de ocuparlo. A la simple realidad de la Catedral corresponde una influencia gravitatoria que podría medirse por la resistencia que opone a la presión urbanística que se hará sentir, suponemos, en el casco antiguo en la forma de proyectos de derribo de edificios antiguos, incluidos los templos a fin de sustituirlos por nuevas iniciativas laicas (jardines, pabellones universitarios, edificios residenciales o almacenes comerciales).
Alguna vez se ha comentado que una de las redes más eficaces para el control de la población de las que disponía la Iglesia Católica en España fue la red de confesionarios distribuida por todo el país (una red que ejercía la función de una red de consultorios psicológicos o psiquiátricos de utilidad indiscutible).
Influencia instrumental. Las instituciones o ceremonias religiosas influyen en calidad de instrumentos de funciones genéricas que, al menos en principio, podrían ser desempeñadas por instituciones no religiosas. Un hospital o un centro de enseñanza sostenidos por una Iglesia son hoy las formas más ordinarias de influencia instrumental en la sociedad por las instituciones religiosas.
La Iglesia Católica ha mantenido un control mayoritario sobre los “ritos de paso” en España (nacimiento/bautismo, edad de la razón/primera comunión, matrimonio, fallecimiento), así como bautizando o bendiciendo instituciones o ceremonias inicialmente laicas (en algún tiempo era frecuente la ceremonia de bendecir una cafetería).
Por último, observamos una influencia intercalar: se funda en la intercalación de los procesos sociales y económicos de las instituciones religiosas. El pleito civil, reivindicativo de propiedades inmobiliarias, promovido por una orden monástica frente a otra asociación religiosa de confesión diferente, pone en movimiento una parte de la maquinaria judicial del Estado y proporciona trabajo a abogados, fiscales y jueces.
También sería intercalar tanto la vocación ecuménica de la Iglesia Católica que ha inspirado una y otra vez políticas independentistas de diversas regiones dadas dentro de algunos Estados, como el fomento de las lenguas regionales capaces de mantener a distancia a los feligreses de la lengua del Estado poco amigo.
En resolución, no podemos negar que España ha recibido, desde los tiempos de su constitución como Imperio, hasta el imperio de la Constitución del 78, una gran influencia. Lo que hemos tratado de demostrar, acaso groseramente, solo con ejemplos, es que esta influencia es prescindible en la actualidad ya que se reduce a meras pautas psicologistas o conductuales, para las cuales ya disponemos de un ejército de psicólogos y psiquiatras; a labores genéricas de índole muy variada, para las que tenemos un cuerpo de maestros o de médicos de alto nivel; o para especular en Gescartera o con bienes inmuebles, para los que ya se bastan los Albertos o el sector público y privado.