Anulación del Concordato
[Publicado en Disemdi, el 19/02/2008]
Por más que lo pienso no logro tomar una posición referente a quién beneficia toda esta agria disputa Iglesia-PSOE previa a las elecciones del 9-M. Por lo que cuentan por ahí ganan todos con esta polémica, aunque yo no lo tengo tan claro porque siempre pensé que esto de las elecciones era un juego de suma cero, en donde unos ganan y otros pierden...
Si recopiláramos las declaraciones de los obispos aparecidas en la prensa en los últimos tiempos descubriríamos que la Conferencia episcopal española posee un verdadero programa político digno de presentar en unas elecciones generales. Además, la Iglesia ha adoptado en España el papel de auténtica oposición política porque, a cada norma aprobada en el Parlamento, ellos han realizado su oportuna crítica amparándose en categorías políticas, económicas, sociológicas (así, advierten sobre riesgos en el sistema de seguridad social, la familia como institución, desintegración de la nación, etcétera).
Este recurso a la crítica constante frente al Gobierno de la nación no debería parecer extraño a los ciudadanos ya que, desde San Agustín, la Iglesia se ha constituido como un reducto de libertad frente a las imposiciones del Estado. Por otro lado, como ha dicho el profesor Gustavo Bueno, la Iglesia dirige su discurso a los fieles, pero no hay que olvidar que estos mismos fieles son luego los que van a votar en las elecciones del 9-M. En este sentido, nada que objetar.
Ahora bien, “rebus sic stantibus”, estando así las cosas, se me ocurre sugerir que se anule de una vez el Concordato entre España y la Santa Sede de 1953, así como los acuerdos de 1976 y 1979. En su lugar, que la Conferencia episcopal española concurra a las elecciones, y se le aplique la Ley de financiación de partidos políticos. Como actualmente no poseen ningún escaño en el Parlamento, pues cero euros de financiación. A ver qué pasa.
Para terminar, me permito sugerir a la Conferencia episcopal, de cara a unas hipotéticas elecciones, que deberían aclarar en su programa electoral esa vieja polémica que nos tiene a todos atónitos y suspensos sobre si el infierno existe y es eterno.
Parece ser que el pastor alemán que gobierna en la actualidad la Iglesia católica ha dicho recientemente en una misa en Roma que en el mundo moderno mucha gente, incluidos algunos creyentes, se han olvidado que “si no admiten la culpa y la promesa de no volver a pecar, se arriesgan a una condena eterna, el Infierno."
Yo veo aquí un problema de proporcionalidad. Si la condena es eterna, esto es, superior a la cadena perpetua recogida en tantos códigos penales, pongamos: en la práctica podría llegar a los 50-60 años, o más aún dependiendo de lo que dure el preso, entonces el delito que Benedicto imputaría al reo debería ser algo sumamente abominable. Realmente no puedo imaginar las barbaridades que se le pueden pasar por la cabeza a este señor Ratzinger que le empujan a amenazar a la gente –“incluidos algunos creyentes”- con tamaña pena. Quién sabe. De ganar el Partido Popular estas elecciones igual descubriríamos en él un notable Ministro del Interior.
Si recopiláramos las declaraciones de los obispos aparecidas en la prensa en los últimos tiempos descubriríamos que la Conferencia episcopal española posee un verdadero programa político digno de presentar en unas elecciones generales. Además, la Iglesia ha adoptado en España el papel de auténtica oposición política porque, a cada norma aprobada en el Parlamento, ellos han realizado su oportuna crítica amparándose en categorías políticas, económicas, sociológicas (así, advierten sobre riesgos en el sistema de seguridad social, la familia como institución, desintegración de la nación, etcétera).
Este recurso a la crítica constante frente al Gobierno de la nación no debería parecer extraño a los ciudadanos ya que, desde San Agustín, la Iglesia se ha constituido como un reducto de libertad frente a las imposiciones del Estado. Por otro lado, como ha dicho el profesor Gustavo Bueno, la Iglesia dirige su discurso a los fieles, pero no hay que olvidar que estos mismos fieles son luego los que van a votar en las elecciones del 9-M. En este sentido, nada que objetar.
Ahora bien, “rebus sic stantibus”, estando así las cosas, se me ocurre sugerir que se anule de una vez el Concordato entre España y la Santa Sede de 1953, así como los acuerdos de 1976 y 1979. En su lugar, que la Conferencia episcopal española concurra a las elecciones, y se le aplique la Ley de financiación de partidos políticos. Como actualmente no poseen ningún escaño en el Parlamento, pues cero euros de financiación. A ver qué pasa.
Para terminar, me permito sugerir a la Conferencia episcopal, de cara a unas hipotéticas elecciones, que deberían aclarar en su programa electoral esa vieja polémica que nos tiene a todos atónitos y suspensos sobre si el infierno existe y es eterno.
Parece ser que el pastor alemán que gobierna en la actualidad la Iglesia católica ha dicho recientemente en una misa en Roma que en el mundo moderno mucha gente, incluidos algunos creyentes, se han olvidado que “si no admiten la culpa y la promesa de no volver a pecar, se arriesgan a una condena eterna, el Infierno."
Yo veo aquí un problema de proporcionalidad. Si la condena es eterna, esto es, superior a la cadena perpetua recogida en tantos códigos penales, pongamos: en la práctica podría llegar a los 50-60 años, o más aún dependiendo de lo que dure el preso, entonces el delito que Benedicto imputaría al reo debería ser algo sumamente abominable. Realmente no puedo imaginar las barbaridades que se le pueden pasar por la cabeza a este señor Ratzinger que le empujan a amenazar a la gente –“incluidos algunos creyentes”- con tamaña pena. Quién sabe. De ganar el Partido Popular estas elecciones igual descubriríamos en él un notable Ministro del Interior.
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