¿Debe un ateo preocuparse por Dios y la religión?
Mis comentarios sobre un texto de Ratzinger y sobre algunos aspectos de su biografía han sido criticados duramente en el blog. Según esta crítica, debido a mi condición de ateo, debería –al parecer- ignorar a la iglesia católica y dedicar el blog a otras cuestiones, a saber: mi país, mis aficiones, mi trabajo… y esto, entre otras razones, porque –continúa el comentario- todos mis esfuerzos son en vano ya que a los creyentes no los voy a convencer y a los ateos ya los tengo convencidos... Prosigue nuestro comunicante con el adacadabrante: “Tenemos también sociedades deportivas que mueven también grandes masas de dinero y de personas como la FIFA, NBA… ¿Por qué te interesa más la iglesia si eres ateo?”.
Al margen de la oportunidad de muchas de estas afirmaciones –todavía me estoy preguntando qué tendrá que ver el culo de la FIFA con las témporas de la iglesia católica- queremos entender que la formulación de la cuestión planteada por el comunicante sería esta: ¿Debe un ateo preocuparse por Dios y la religión?. Veamos.
En relación con esta cuestión Gustavo Bueno ha puesto el siguiente ejemplo: “Es evidente que un historiador de la música, aunque sea un ateo, tendrá que interesarse por Dios y por la religión, aunque no sea más que porque “Deus” es una palabra que aparece como soporte vocal de innumerables arias o coros de las misas católicas o luteranas y porque estas misas fueron originariamente compuestas para los servicios religiosos” [Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión. Pág. 13. Mondadori. 1988]. Pero es que, además, “El ateo o el impío puede ser aquel individuo que se interesa por Dios y la religión inducido por las manifestaciones de los que han tenido esa experiencia religiosa” [Pág. 18], o, inclusive “que el ateo adulto que se interesa por Dios o por la religión ha tenido que ser, en su infancia o en su adolescencia, un creyente, profundamente religioso, a quien una experiencia haya producido su evolución hacia el ateísmo y hacia la impiedad” [Pág. 19]. Encontramos pues diversas respuestas al tema en cuestión. El ejemplo del historiador de la música acaso sea demasiado específico pero si es cierto, como dice Bueno, que el historiador de la música debería interesarse por Dios y la religión aunque sea en lo que respecta a su propio campo de actuación, qué decir entonces de la amplitud del campo en el que opera cualquier persona humana en tanto se inserta en ese “todo complejo” a que se refería Tylor (“todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos o capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad”). El interés aquí por Dios y la religión no tiene límite porque la referencia surge de manera constante.
Según esto, dice Bueno, “lejos de ser paradójico que un ateo se interese por la esencia de la religión, habrá que reconocer que sólo ese ateo podría interesarse propiamente por tal «esencia». Lo paradójico hubiese sido que el creyente en el Dios verdaderísimo se hubiese formulado tal pregunta” [El animal divino. Pentalfa. 1996]. Del mismo modo que, en el ámbito político, nadie se podría considerar republicano si no hubiera existido la monarquía, el ateísmo presupone el desarrollo de las religiones superiores “hasta un punto crítico tal –determinado por las contradicciones entre las mismas religiones terciarias (judíos contra musulmanes, musulmanes contra judíos y cristianos, cristianos romanos y cristianos anglicanos entre sí)– que pueda comenzar su neutralización mutua, el deísmo o el ateísmo, pero acompañado, a la vez, del conocimiento o saber relativo al alcance históricamente «trascendental» de la religión (no ya sólo para la política o para la economía, sino también para «el hombre» en general)” [id.]
Llegados a este punto, sabemos desde dónde hablamos nosotros, desde los presupuestos del materialismo filosófico de Gustavo Bueno –desde el “ateísmo”, si nuestro comunicante lo prefiere-, pero no sabemos desde qué presupuestos dice él lo que dice. Nos toca ahora descubrirlo.
Afirmamos que nuestro comunicante, JP, habla desde el agnosticismo. Esto es, desde un “ateísmo vergonzante”, que diría Engels. Es sabido que una vez considerados todos los argumentos, el agnóstico -que realmente es un escéptico sobre todo aquello que tenga que ver con las religiones-, no afirma ni niega, simplemente suspende el juicio. En palabras de Bueno: “el agnóstico será quien ha perdido interés por determinarse, quien declara no creer necesario resolver su indeterminación a fin de poder vivir dignamente como ciudadano, por cuanto supone que las diferentes opciones ante las cuales se abstiene, carecen de interés para la vida privada y sobre todo pública”.
No de otro modo deberíamos interpretar expresiones como las empleadas por JP en el sentido de que “el Papa no va a cambiar la política económica de la Unión Europea”; o, por ir más allá del atlántico: “el Papa no va a cambiar de opinión [sic] a Bush en su política exterior”. Como si el hecho de que Benedicto XVI asumiera estas competencias económicas y políticas cambiara en algo la naturaleza de su “mandato divino”. En definitiva, nos gustaría conocer alguna teoría que refutara lo dicho hasta aquí sin tener que recurrir para ello a Rappel, el zodíaco, la FIFA, la NBA, Bush o el Rey de España como un “todo revuelto”, no vaya a suceder que, como en otras ocasiones, se halle más sucia la escoba que la basura que quita.
Al margen de la oportunidad de muchas de estas afirmaciones –todavía me estoy preguntando qué tendrá que ver el culo de la FIFA con las témporas de la iglesia católica- queremos entender que la formulación de la cuestión planteada por el comunicante sería esta: ¿Debe un ateo preocuparse por Dios y la religión?. Veamos.
En relación con esta cuestión Gustavo Bueno ha puesto el siguiente ejemplo: “Es evidente que un historiador de la música, aunque sea un ateo, tendrá que interesarse por Dios y por la religión, aunque no sea más que porque “Deus” es una palabra que aparece como soporte vocal de innumerables arias o coros de las misas católicas o luteranas y porque estas misas fueron originariamente compuestas para los servicios religiosos” [Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión. Pág. 13. Mondadori. 1988]. Pero es que, además, “El ateo o el impío puede ser aquel individuo que se interesa por Dios y la religión inducido por las manifestaciones de los que han tenido esa experiencia religiosa” [Pág. 18], o, inclusive “que el ateo adulto que se interesa por Dios o por la religión ha tenido que ser, en su infancia o en su adolescencia, un creyente, profundamente religioso, a quien una experiencia haya producido su evolución hacia el ateísmo y hacia la impiedad” [Pág. 19]. Encontramos pues diversas respuestas al tema en cuestión. El ejemplo del historiador de la música acaso sea demasiado específico pero si es cierto, como dice Bueno, que el historiador de la música debería interesarse por Dios y la religión aunque sea en lo que respecta a su propio campo de actuación, qué decir entonces de la amplitud del campo en el que opera cualquier persona humana en tanto se inserta en ese “todo complejo” a que se refería Tylor (“todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos o capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad”). El interés aquí por Dios y la religión no tiene límite porque la referencia surge de manera constante.
Según esto, dice Bueno, “lejos de ser paradójico que un ateo se interese por la esencia de la religión, habrá que reconocer que sólo ese ateo podría interesarse propiamente por tal «esencia». Lo paradójico hubiese sido que el creyente en el Dios verdaderísimo se hubiese formulado tal pregunta” [El animal divino. Pentalfa. 1996]. Del mismo modo que, en el ámbito político, nadie se podría considerar republicano si no hubiera existido la monarquía, el ateísmo presupone el desarrollo de las religiones superiores “hasta un punto crítico tal –determinado por las contradicciones entre las mismas religiones terciarias (judíos contra musulmanes, musulmanes contra judíos y cristianos, cristianos romanos y cristianos anglicanos entre sí)– que pueda comenzar su neutralización mutua, el deísmo o el ateísmo, pero acompañado, a la vez, del conocimiento o saber relativo al alcance históricamente «trascendental» de la religión (no ya sólo para la política o para la economía, sino también para «el hombre» en general)” [id.]
Llegados a este punto, sabemos desde dónde hablamos nosotros, desde los presupuestos del materialismo filosófico de Gustavo Bueno –desde el “ateísmo”, si nuestro comunicante lo prefiere-, pero no sabemos desde qué presupuestos dice él lo que dice. Nos toca ahora descubrirlo.
Afirmamos que nuestro comunicante, JP, habla desde el agnosticismo. Esto es, desde un “ateísmo vergonzante”, que diría Engels. Es sabido que una vez considerados todos los argumentos, el agnóstico -que realmente es un escéptico sobre todo aquello que tenga que ver con las religiones-, no afirma ni niega, simplemente suspende el juicio. En palabras de Bueno: “el agnóstico será quien ha perdido interés por determinarse, quien declara no creer necesario resolver su indeterminación a fin de poder vivir dignamente como ciudadano, por cuanto supone que las diferentes opciones ante las cuales se abstiene, carecen de interés para la vida privada y sobre todo pública”.
No de otro modo deberíamos interpretar expresiones como las empleadas por JP en el sentido de que “el Papa no va a cambiar la política económica de la Unión Europea”; o, por ir más allá del atlántico: “el Papa no va a cambiar de opinión [sic] a Bush en su política exterior”. Como si el hecho de que Benedicto XVI asumiera estas competencias económicas y políticas cambiara en algo la naturaleza de su “mandato divino”. En definitiva, nos gustaría conocer alguna teoría que refutara lo dicho hasta aquí sin tener que recurrir para ello a Rappel, el zodíaco, la FIFA, la NBA, Bush o el Rey de España como un “todo revuelto”, no vaya a suceder que, como en otras ocasiones, se halle más sucia la escoba que la basura que quita.
Debo decir en primer lugar que lo escrito arriba por el generador de este blog, me parecen razones muy de peso y explicaciones muy claras a su postura. Por otro lado también quiero decir que las suscribo en todo su contenido. Y eso teniendo en cuenta que yo tuve inquietudes y ganas de acercamiento al budismo tiempos ha.
ResponderEliminarTambién decir, que aparte de todo lo anterior, es suficiente con decir que ¿por qué no va a hablar un ateo del Papa? Estoy segura de que para este, la opinión de los ateos es de gran importancia, ya que será la que de forma más clara que sus feligreses le dé una idea clara del pálpito de la sociedad. Pero un ateo no habla del Papa por el interés que este tenga, habla de él porque es uno de los personajes que deciden sobre el curso que seguirá la historia del mundo, precisamente por ser la cabeza de una empresa privada de gran poder económico. Pero además porque aunque ateos vivimos en una sociedad cristiana y católica. Porque sin que nos demos cuenta el catolicismo está presente en cada acto que realizamos. Incluso cuando alguien estornuda le decimos: ¡Jesús! Un creyente católico no habla de ciertos temas porque como decía una conocida periodista de la COPE este conocimiento le viene dado desde que nace.
Si sólo habláramos de lo que interesa a los demás, ¿qué sería de nosotros? Seríamos los demás.
Enhorabuena, Mapi, por reconsiderar tus inquietudes y ganas de acercamiento al budismo. Una cosa es tener un conocimiento de este tipo de filosofías –y aquí Terencio: “homo sum…” nada de lo humano me es ajeno- y otra muy distinta participar en ellas como un miembro más. Creo que mi posición sobre esta cuestión ha quedado suficientemente explicada en otras intervenciones (por ejemplo en: http://paredesz.blogspot.com/2006/09/solucin-al-gazapo.html).
ResponderEliminarNo sé si la importancia del Papa para un ateo viene condicionada necesariamente por el interés que Su Santidad muestre, a su vez, hacia los no creyentes. Como si esto tuviese que ver con una "cortesía" establecida entre ambas posturas. Quizá para el Papa los ateos solo seamos como esas semillas de la parábola del sembrador que cayeron en pedregal… igual se nos mira como grupo con cierto interés por si pudiéramos volver al redil con el fin de ampliar el censo de los creyentes… No lo sé, lo que he tratado de demostrar es que el interés por Dios y la religión no solo es de carácter sociológico o antropológico sino que además su importancia filosófica es de primer orden. Considero de una gran irresponsabilidad pasar esto por alto.
Publicado en ELCOMERCIODIGITAL.COM, 20/02/2008:
ResponderEliminar«Considerar la religión como un tumor, como una especie de lepra que, por fortuna, ya se ha erradicado, es una idea totalmente errónea. El que diga esto es un analfabeto, por mucho que sea el presidente del Consejo de Ministros». Claro y contundente, fiel a la fórmula que lo ha convertido en el pensador más importante y polémico del actual panorama filosófico español, Gustavo Bueno protagonizó ayer la conferencia del Aula de Cultura de LA VOZ DE AVILÉS. En ella desgranó algunos de los pensamientos reflejados en su último libro, 'La fe del ateo', y defendió la enseñanza de la religión como una vía para entender el mundo de hoy.
A sus 83 años, Gustavo Bueno conserva intacta su pasión por la reflexión, la polémica y la divulgación. Tras la presentación que le dedicó el periodista Ramón Baragaño, Bueno no dudó en levantarse de su asiento y ponerse en pie para ofrecer su charla, una lección magistral que no dejó a nadie indiferente y que vivió momentos muy divertidos a raíz de las anécdotas con las que el filósofo salpicó su enérgico discurso. En él, Bueno defendió dos ideas que le han valido más de una discusión. Por una parte, que la religión no tiene nada que ver con Dios (que, según apuntó, «fue una invención de Aristóteles») y, por otro, que tampoco la fe tiene nada que ver con Dios, ya que existe una fe natural que es la que los hombres tienen los unos en los otros. Así, Bueno concluyó que «la fe del ateo es la que procede de la fe en los demás y en las cosas».
El filósofo criticó la utilización que se hace del término «religiones de libro» para referirse al cristianismo, el judaísmo y el Islam. «Es un concepto peligroso, porque confunde. Se basa en la idea de que las tres religiones, en el fondo, son lo mismo, y que lo demás es accidental. Sin embargo, esto no es verdad, porque su dogmática es completamente diferente». subrayó Gustavo Bueno. En este sentido, razonó las motivaciones que llevan a un terrorista islamista a inmolarse y a un terrorista etarra a buscar la mejor vía de escape.
«El que no se interesa por la religión es alguien ciego, porque la religión es un fenómeno histórico y cultural absolutamente fundamental en la historia de la Humanidad, como la música o el arte», subrayó. Así, criticó lo que calificó como «posiciones de progresismo cutural» que consideran la religión como la causante del atraso de Europa y, más concretamente, España. «Esta idea es un bulo», afirmó tras recordar los avances científicos propiciados por religiosos, empezando por Copérnico. «Por eso, estudiar la religión tiene que interesar a todo el mundo», concluyó.