Cero para Díez.
Ignoro qué pensaría Loyola de Palacio si leyera la carta abierta que le dirige Rosa Díez en el ABC en su edición del pasado 15 de diciembre. Al fin y al cabo, la propia Díez reconoce que no conocía bien a Palacio…, se veían alguna vez en Bruselas… Por otro lado, me pregunto a quién le importará lo que pueda pensar Díez sobre Palacio. Otra cosa es cómo lo expresa, y aquí sí que estoy seguro de que Fernando Lázaro Carreter se estará retorciendo en su tumba…, o “esté donde esté” que diría Díez. Si no, veamos:
Ya empezamos mal cuando Díez se refiere a Palacio como “mujer pública” (“…me ha resultado inapropiado para definir tu perfil de mujer pública…”) ¿insinúa tal vez que Palacio intercambiaba favores sexuales a cambio de un precio?, porque si esto no es así quizá debería haber empleado un término menos problemático.
No contenta con esto, Díez utiliza dos veces la palabra “cómplice” para calificar su relación con Palacio. Así, indica que “siempre fuimos verdaderas cómplices”, y más adelante: “tejimos muchas complicidades”… Esta chica debería saber que el término “cómplice” es siempre negativo, y que se es cómplice cuando se perpetra un delito o una fechoría. Desconozco la mala conciencia que induce a Díez a expresarse así. Tampoco sabremos nunca si Palacio estaría de acuerdo en esto con la socialista.
Por último, y en clara demostración de su formación anglosajona o, al menos, la influencia que su permanencia en Bruselas (el nombre de esta localidad aparece en el texto una docena de veces) le ha debido producir, la Díez nos sorprende con un “para darnos la noticia; y/o el pésame”. Dejaremos para otro día los errores de puntuación que se observan a lo largo del texto para centrarnos en ese “y/o” que Lázaro Carreter califica como sandez. Así, página 105 y siguientes de El dardo en la palabra: “Si esta sandez progresa, dispongámonos a asistir a una merienda en que nuestra anfitriona nos pregunte: ¿Quiere usted chocolate y/o leche?.
El grupo conjuntivo y/o es, gramaticalmente, una coordinación de coordinadores, posible en inglés pero no en castellano.
En la escritura o el habla corrientes parece abusivo, redicho y pedante. “O” no es siempre alternativo. Si me ofrecen chocolate “o” leche, lo probable es que sea sin intención de obligarme a escoger: puedo renunciar a ambas cosas y elegir las dos.”
Vale.
Ya empezamos mal cuando Díez se refiere a Palacio como “mujer pública” (“…me ha resultado inapropiado para definir tu perfil de mujer pública…”) ¿insinúa tal vez que Palacio intercambiaba favores sexuales a cambio de un precio?, porque si esto no es así quizá debería haber empleado un término menos problemático.
No contenta con esto, Díez utiliza dos veces la palabra “cómplice” para calificar su relación con Palacio. Así, indica que “siempre fuimos verdaderas cómplices”, y más adelante: “tejimos muchas complicidades”… Esta chica debería saber que el término “cómplice” es siempre negativo, y que se es cómplice cuando se perpetra un delito o una fechoría. Desconozco la mala conciencia que induce a Díez a expresarse así. Tampoco sabremos nunca si Palacio estaría de acuerdo en esto con la socialista.
Por último, y en clara demostración de su formación anglosajona o, al menos, la influencia que su permanencia en Bruselas (el nombre de esta localidad aparece en el texto una docena de veces) le ha debido producir, la Díez nos sorprende con un “para darnos la noticia; y/o el pésame”. Dejaremos para otro día los errores de puntuación que se observan a lo largo del texto para centrarnos en ese “y/o” que Lázaro Carreter califica como sandez. Así, página 105 y siguientes de El dardo en la palabra: “Si esta sandez progresa, dispongámonos a asistir a una merienda en que nuestra anfitriona nos pregunte: ¿Quiere usted chocolate y/o leche?.
El grupo conjuntivo y/o es, gramaticalmente, una coordinación de coordinadores, posible en inglés pero no en castellano.
En la escritura o el habla corrientes parece abusivo, redicho y pedante. “O” no es siempre alternativo. Si me ofrecen chocolate “o” leche, lo probable es que sea sin intención de obligarme a escoger: puedo renunciar a ambas cosas y elegir las dos.”
Vale.
La palabra cómplice también tiene este otro significado.
ResponderEliminarPersona que simpatiza con las ideas o los actos de otra, o que comparte con ella algo a lo que los demás son ajenos.
En latín viene de la palabra complex-icis: También significa unido-junto.
Por si te sirve como ampliación de conceptos. un abrazo.
Efectivamente, en la vigésimasegunda edición del DRAE han añadido como primera acepción del término “cómplice” la siguiente: 1. adj. Que manifiesta o siente solidaridad o camaradería. Ejemplo: Un gesto cómplice. Pero, ¿ha sido esto siempre así?
ResponderEliminarAfortunadamente tenemos a nuestra disposición todos los diccionarios publicados en España por la Academia de la Lengua. Su consulta y estudio resulta muy interesante para el tema que nos ocupa. A continuación transcribiré algún ejemplo:
En el diccionario de Autoridades del año 1729 aparece la voz COMPLICE: El compañero en el delito. Viene del latino “Complex”, que significa esto mismo. Ejemplos: “El tormento que se puede dar al delinqüente, se le puede también dar para que declare los cómplices de él…”, “No disminuyó la infamia de Nerón el haver hecho á otros cómplices de sus desenvolturas”…
Diccionario 1780: voz COMPLICE: compañero en el delito. Complex, sceleris particeps.
Diccionario 1936: (Del latín complex, -icis) com. For. 1. Participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas. 2. For. Persona que sin ser autora de un delito coopera a su perpetración por actos anteriores o simultáneos que no sean indispensables.
Diccionario 1970: (Del latín complex, -icis) com. For. 1. Participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas. 2. For. Persona que sin ser autora de un delito coopera a su perpetración por actos anteriores o simultáneos que no sean indispensables.
Diccionario 1992: (Del lat. complex, -icis) com. Der. 1. Participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas. 2. Der. Persona que sin ser autora de un delito coopera a su perpetración por actos anteriores o simultáneos que no sean indispensables.
Hasta aquí no encontramos la acepción: “que simpatiza con las ideas o los actos de otra”.
Todo esto viene a decir que, al menos, en los registros de la Real Academia, el uso de la palabra “cómplice” está muy arraigado en nuestra lengua como “compañero en el delito”. No ha sido hasta el siglo XXI, por tanto, muy tardíamente, cuando se ha aceptado la posibilidad de ampliar su significado a otras situaciones de nuestra vida cotidiana. Y ahí está precisamente el quid de la cuestión: en el inconsciente de esta chica Díez probablemente esté interviniendo el uso que el pueblo le ha dado al término desde tiempo inmemorial. Pero de esto, nuestro comunicante anónimo no dice ni mú.
Insito, ella (la chica Díez) sabrá la mala conciencia que le empuja a expresarse en los términos en que lo hace. La mala conciencia… y la falta de lealtad a su partido.