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27 septiembre 2006

¿Debe un ateo preocuparse por Dios y la religión?

Mis comentarios sobre un texto de Ratzinger y sobre algunos aspectos de su biografía han sido criticados duramente en el blog. Según esta crítica, debido a mi condición de ateo, debería –al parecer- ignorar a la iglesia católica y dedicar el blog a otras cuestiones, a saber: mi país, mis aficiones, mi trabajo… y esto, entre otras razones, porque –continúa el comentario- todos mis esfuerzos son en vano ya que a los creyentes no los voy a convencer y a los ateos ya los tengo convencidos... Prosigue nuestro comunicante con el adacadabrante: “Tenemos también sociedades deportivas que mueven también grandes masas de dinero y de personas como la FIFA, NBA… ¿Por qué te interesa más la iglesia si eres ateo?”.

Al margen de la oportunidad de muchas de estas afirmaciones –todavía me estoy preguntando qué tendrá que ver el culo de la FIFA con las témporas de la iglesia católica- queremos entender que la formulación de la cuestión planteada por el comunicante sería esta: ¿Debe un ateo preocuparse por Dios y la religión?. Veamos.

En relación con esta cuestión Gustavo Bueno ha puesto el siguiente ejemplo: “Es evidente que un historiador de la música, aunque sea un ateo, tendrá que interesarse por Dios y por la religión, aunque no sea más que porque “Deus” es una palabra que aparece como soporte vocal de innumerables arias o coros de las misas católicas o luteranas y porque estas misas fueron originariamente compuestas para los servicios religiosos” [Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión. Pág. 13. Mondadori. 1988]. Pero es que, además, “El ateo o el impío puede ser aquel individuo que se interesa por Dios y la religión inducido por las manifestaciones de los que han tenido esa experiencia religiosa” [Pág. 18], o, inclusive “que el ateo adulto que se interesa por Dios o por la religión ha tenido que ser, en su infancia o en su adolescencia, un creyente, profundamente religioso, a quien una experiencia haya producido su evolución hacia el ateísmo y hacia la impiedad” [Pág. 19]. Encontramos pues diversas respuestas al tema en cuestión. El ejemplo del historiador de la música acaso sea demasiado específico pero si es cierto, como dice Bueno, que el historiador de la música debería interesarse por Dios y la religión aunque sea en lo que respecta a su propio campo de actuación, qué decir entonces de la amplitud del campo en el que opera cualquier persona humana en tanto se inserta en ese “todo complejo” a que se refería Tylor (“todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos o capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad”). El interés aquí por Dios y la religión no tiene límite porque la referencia surge de manera constante.

Según esto, dice Bueno, “lejos de ser paradójico que un ateo se interese por la esencia de la religión, habrá que reconocer que sólo ese ateo podría interesarse propiamente por tal «esencia». Lo paradójico hubiese sido que el creyente en el Dios verdaderísimo se hubiese formulado tal pregunta” [El animal divino. Pentalfa. 1996]. Del mismo modo que, en el ámbito político, nadie se podría considerar republicano si no hubiera existido la monarquía, el ateísmo presupone el desarrollo de las religiones superiores “hasta un punto crítico tal –determinado por las contradicciones entre las mismas religiones terciarias (judíos contra musulmanes, musulmanes contra judíos y cristianos, cristianos romanos y cristianos anglicanos entre sí)– que pueda comenzar su neutralización mutua, el deísmo o el ateísmo, pero acompañado, a la vez, del conocimiento o saber relativo al alcance históricamente «trascendental» de la religión (no ya sólo para la política o para la economía, sino también para «el hombre» en general)” [id.]

Llegados a este punto, sabemos desde dónde hablamos nosotros, desde los presupuestos del materialismo filosófico de Gustavo Bueno –desde el “ateísmo”, si nuestro comunicante lo prefiere-, pero no sabemos desde qué presupuestos dice él lo que dice. Nos toca ahora descubrirlo.

Afirmamos que nuestro comunicante, JP, habla desde el agnosticismo. Esto es, desde un “ateísmo vergonzante”, que diría Engels. Es sabido que una vez considerados todos los argumentos, el agnóstico -que realmente es un escéptico sobre todo aquello que tenga que ver con las religiones-, no afirma ni niega, simplemente suspende el juicio. En palabras de Bueno: “el agnóstico será quien ha perdido interés por determinarse, quien declara no creer necesario resolver su indeterminación a fin de poder vivir dignamente como ciudadano, por cuanto supone que las diferentes opciones ante las cuales se abstiene, carecen de interés para la vida privada y sobre todo pública”.

No de otro modo deberíamos interpretar expresiones como las empleadas por JP en el sentido de que “el Papa no va a cambiar la política económica de la Unión Europea”; o, por ir más allá del atlántico: “el Papa no va a cambiar de opinión [sic] a Bush en su política exterior”. Como si el hecho de que Benedicto XVI asumiera estas competencias económicas y políticas cambiara en algo la naturaleza de su “mandato divino”. En definitiva, nos gustaría conocer alguna teoría que refutara lo dicho hasta aquí sin tener que recurrir para ello a Rappel, el zodíaco, la FIFA, la NBA, Bush o el Rey de España como un “todo revuelto”, no vaya a suceder que, como en otras ocasiones, se halle más sucia la escoba que la basura que quita.

18 septiembre 2006

Solución al gazapo

No había tal gazapo. ¿O sí lo había?: en realidad se trataba de una trampa y el gazapo lo constituía el texto en su integridad. El error consistía en que no había error. Todos aquellos que hayan leído y releído el prebenedictino texto habrán experimentado la misma perplejidad que sintió quien esto suscribe con la lectura del Pierre Menard autor del Quijote, del gran Jorge Luis Borges. Quien haya leído este cuento sabrá de qué le hablo. El que no lo haya leído, ¡ya se está poniendo a ello!

En el caso que nos ocupa se trataba de conseguir que el lector cuestionara todas y cada una de las palabras o expresiones empleadas por Ratzinger (o su negro) en el texto seleccionado con el fin de averiguar dónde se escondía el gazapo. Un lector crítico a buen seguro esperaría toparse con interpolaciones o cambios de sentido en algunas oraciones… Asimismo, imagino que la curiosidad del entomólogo habría llevado a más de uno a sospechar de alguna parte del texto considerando finalizado el juego. Error. Todas y cada una de las barbaridades que Ratzinger (o su negro) manifiesta en el texto son originales suyas (o de su negro), ninguna es invención de un servidor. No había gazapo.

Ratzinger -que no es ningún Borges, como queda demostrado en el texto-, ha logrado el dudoso honor de dilapidar el poco bagaje de racionalidad que le quedaba a la Iglesia Católica. Para comentar el milagro de los panes y los peces no se le ocurre mejor cosa que contar dos casos igual de inexplicables que aquel que da origen a su disertación. En el primero de ellos, el encargado de calcular el número de hostias para repartir entre los comulgantes no está muy afortunado y resulta que, al final, faltan hostias. Solución: “Estad tranquilos y repartid, que llegarán para todos”. Y así fue. En el segundo caso ya no son hostias, ahora son castañas. La madre de Don Bosco asa castañas para diez comensales cuando debería haber hecho para más (pongamos el doble, a juzgar por la reacción de la pobre mujer –“se quedó horrorizada”, dice el texto-). Una vez más, Don Bosco pronuncia las palabras mágicas: “No te preocupes, reparte y llegarán, incluso sobrarán”. Y de hecho, así ocurrió también en esta ocasión.

¿No habría sido más fácil aunque, eso sí, menos literario, pensar que los encargados de las provisiones –hostias y castañas respectivamente- estaban en Babia en el momento de calcular el condumio? ¿Qué dato conocía Don Bosco que los demás ignoraban para manifestarse con tanta seguridad: “reparte y llegarán, incluso sobrarán”.? ¿A quién pretenden engañar? ¿Le llamamos “milagro” a esto y ya lo solucionamos todo?

Tengo para mí que, en general, el problema que nos plantean los milagros no está en el hecho, sino en la interpretación que se da a ese hecho. No dudo de que haya gente que regrese de Fátima sin su bronquitis crónica, pero resulta intolerable que haya quien lo explique recurriendo al milagro. De este modo se explica lo oscuro por lo más oscuro: la curación inexplicable por el milagro, que en sí mismo es inexplicable… Ratzinger es hijo de su tiempo y, aunque gran hombre, dotado de grandes valores, es incapaz de disimular su marcada ideología. En cualquier caso, para cerrar el tema, quede dicho que por ahí se está contando que con cuarenta castañas podemos dar de comer a cientos de jóvenes… ¡incluso sobrarán!

15 septiembre 2006

¡¡Encuentra el gazapo!!

Desde el principio, los sucesivos primeros ministros israelíes se habían sentido fascinados por la figura del Papa como gobernante absoluto y vitalicio: un líder que no debía someterse a ningún control legislativo o judicial. Usando una estructura piramidal y jerárquica, el Sumo Pontífice ejercía una extraordinaria influencia para dar forma a las expectativas económicas, políticas e ideológicas no sólo de los creyentes católicos sino de todo el mundo. (Gordon Thomas. MOSSAD. 2001)

Definitivamente Juan Pablo II fue mi Papa. Él me empujó al ateísmo. El caso tiene ya difícil arreglo porque son ya muchos años de racionalismo, de ensayo crítico, de búsqueda de la verdad, de “asebeia”, de no aceptar nada que se nos suponga revelado por alguien exterior al hombre. En definitiva, son muchos años de filosofía griega.

Con Benedicto XVI no me voy a radicalizar aún más en esta postura, pero me late que se nos puede hacer más ameno el recorrido. El antiguo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe –esto es: Inquisidor- empieza a resultarme simpático. Su padre era un “modesto funcionario del Estado”, como yo, así que resulta fácil encontrar cierta complicidad con esta familia. Mirad, como estamos en el inicio del curso escolar propongo a los lectores de este blog el siguiente ejercicio: he transcrito un texto de Ratzinger, cuando todavía no era Papa, relativo al milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Creo que todo el mundo debe conocer esta historia porque se ha repetido hasta la saciedad, así que ni siquiera os haré un resumen, la doy por sabida. Pues bien, el texto del ex-inquisidor no tiene desperdicio, resulta de una ingenuidad solo admisible en alguien que hubiera militado engañado en las “juventudes hitlerianas” –esa especie de boy scouts arios- aunque es sabido, desde el caso Günter Grass, que datos como este tampoco deberían considerarse relevantes en la biografía de una persona, y menos en alguien como el Papa de Roma, faltaría menos, por aquello del derecho a la intimidad de las personas, y digo yo, por aquello del derecho que asiste a toda persona a modificar su propia biografía.

El texto está extraído literalmente de la página 232 del libro Dios y el mundo, Joseph Ratzinger, Editorial DeBolsillo. 2006, y me he permitido introducir un gazapo para ver si alguien lo encuentra. Evidentemente bastaría contrastar el original cuya referencia se aporta con el texto transcrito pero no creo que nadie tenga este libro en su biblioteca, así que la cosa podría resultar interesante por si pudiera convertirse en reto intelectual para algún visitante del blog. El texto con gazapo reza así:

“Hoy, muchos exégetas que creen en las leyes naturales y consideran imposible algo así, están tentados de tomar esta comida como una mera representación simbólica, y de hecho, el contenido simbólico es muy amplio. Pero no deberíamos cercenar con excesiva precipitación las posibilidades de Dios. En la Iglesia también se dan fenómenos parecidos.

Hace poco estuve en Turín, donde uno de los ancianos padres nos contó cómo en vida de Don Bosco acontecieron en dos ocasiones sucesos muy parecidos. En una, por un descuido, no había suficientes hostias consagradas. A pesar de que había acudido un número enorme de comulgantes, gente joven, apenas quedaban diez o veinte hostias. Don Bosco, sin alterarse, dijo: “Estad tranquilos y repartid, que llegarán para todos”. Y así fue.

En la otra, tras un duro día de trabajo promete a los chicos que todos recibirían castañas asadas. Así que dice a su madre que las prepare. Pero ésta le entiende mal y sólo asa una cantidad que apenas alcanza para diez chicos. La madre, al reparar en su error, se queda horrorizada. Pero él se limita a decir: “No te preocupes, reparte y llegarán, incluso sobrarán”. Y de hecho, así ocurrió también en esta ocasión. Un gran número de testigos lo presenciaron.

En este sentido no deberíamos negar a Dios de antemano que alguna vez pueda hacer lo que normalmente no sucede.”

¿Alguien se atreve a encontrar el gazapo?

14 septiembre 2006

Album fotográfico

Hoy presentamos en primicia mundial una serie fotográfica en la que se muestra la evolución intelectual de Joseph Ratzinger. La primera instantánea, la foto de grupo, muestra a la familia Ratzinger. La madre es la mujer que respondió al anuncio de contactos que hemos mostrado en el blog en otra ocasión (13 de septiembre): salvo que hubiera falsificado su curriculum vitae sabía cocinar, coser, y en el momento del enlace tenía patrimonio. Los tres jóvenes se supone que son los hijos del señor de la derecha, en la imagen, a pesar de la falta de parecido físico con su progenitor:

Evolución ideológica:

13 septiembre 2006

Próximamente, más...



"Modesto funcionario del Estado, soltero, católico, de 43 años, con derecho a pensión, quiere contraer matrimonio con una muchacha católica, que sepa cocinar y a ser posible coser, con patrimonio"

Diario Altoettinger Liebfrauenbote, Sección contactos, edición del 7/03/1920, Alemania

09 septiembre 2006

Günter Grass el corazón de hojalata.


Recientemente he mantenido un curioso debate en otro foro distinto de este relacionado con el caso Günter Grass. Lo curioso del caso fue que me hicieron la pinza entre la “derecha reaccionaria” y la “socialdemocracia europea”. Lástima que no se encontrara entre los contertulios ningún representante de la “izquierda racionalista” (entre comillas), esa izquierda racionalista que todavía duda en relación con la existencia de espíritus y fantasmas. Duda lógica, teniendo en cuenta –según esa izquierda extravagante- que un ser inmaterial, como al parecer sería el caso de todo espíritu que se precie, tendría la facultad de apagar velas, abrir y cerrar puertas y ventanas y, cómo no, comunicarse con los familiares que todavía no hayan muerto… con estas teorías “racionalistas” uno ya no sabe qué resulta más inquietante: si el cuñado pelma o el cuñado-pelma-en-espíritu.

La derecha reaccionaria tomó partido por Grass, pero solo en esta ocasión y sin que sirva de precedente, porque así, ya de paso, matamos dos pájaros de un tiro y ejercitamos nuestro argumentario con miras a proteger la imagen de un Ratzinger militante en sus tiempos mozos en las juventudes hitlerianas. Son casos completamente distintos y no habría hecho falta contaminarse uno defendiendo a Grass, pero quién sabe, el juego ideológico a veces hace extraños compañeros de viaje.

La socialdemocracia europea, haciendo gala de su talante, su fundamentalismo democrático, su solidaridad, y su tolerancia, entiende que, si es de los nuestros, podemos justificar sin que esto nos provoque ningún conflicto intelectual que un hombre que se ha forjado una reputación a escala internacional defendiendo unas ideas, y recibiendo el premio Nobel de 1999, en parte, por la coherencia de su obra, omita el dato de que, en su día, perteneció al ejército alemán. Resulta curioso que nos interesen los gustos, aficiones, amistades, influencias, afinidades, matrimonios consumados, matrimonios no consumados, existencia de amantes, homosexualidades reconocidas o no de cualquier autor, actor, actriz o apuntador de la literatura y el arte universal. Pero si Günter Grass, que se ha pasado media vida criticando al régimen criminal nazi militó en sus cuerpos de ejército entonces eso no interesa. ¿Por el artículo 33? ¿Por su derecho a la intimidad? Sorprendente.

Continuemos con las sorpresas:

La charla discurrió de acuerdo con los siguientes parámetros: 1) Alemania toma la iniciativa en la II Guerra Mundial, Günter Grass solicita la entrada en la Wehrmacht pero no es admitido porque no reúne los requisitos para servir en el destino deseado. En aquel ambiente de euforia, cualquier alemán habría intentado incorporarse al ejército. 2) Posteriormente, cuando ya la derrota alemana parece próxima, se produce un alistamiento forzoso y Grass se convierte en soldado del ejército alemán. 3) Perdida la guerra, Grass es hecho prisionero pero lo ponen en libertad al no encontrar las fuerzas aliadas ningún delito. 4) Posteriormente Grass se convierte en referente político y moral -“la conciencia de alemania”- pero tiene derecho a ocultar aquellos episodios de su vida que él estime que no deben ser conocidos.

Estos parámetros no eran correctos. Debo agradecer al blog de Iván Reguera la aclaración de algunos puntos: 1) Hasta ahora, en sus recuerdos juveniles, Grass contaba que fue auxiliar de artillería en el ejército alemán. 2) Grass nunca dijo que, en realidad había pertenecido a la Waffen-SS. 3) Hasta los procesos de Nurenberg no supo de los crímenes nazis a pesar de que gran parte de la población alemana sabía cómo se las gastaban en 1944 las SS. 4) En Berlín, sencillamente, no había ya judíos, ¿no se preguntaba la gente a dónde se los habían llevado? 5) Como literato o artista nada hay que exigirle, como a Leni Riefenstahl, como al gran actor caza-rojos John Wayne, al franquista pero excelente director Sáenz de Heredia o al comunista Sergei Eisenstein, maestro fundamental e indiscutible del cine. 6) Como instancia moral o conciencia de Alemania, haber ocultado un hecho tan serio sabiendo lo que para el mundo representan las SS es ciertamente grave. No se puede obviar eso en tus recuerdos y menos mentir y decir que, como tantos, se había enrolado en el ejército alemán. Ser un auxiliar de artillería y pertenecer a las SS, aquellos angelitos del uniforme negro y la gorra con la calavera plateada, es muy diferente. 7) El 16 de agosto ya se conocía, por los periódicos el documento que muestra a Grass en las SS. La nota de prensa explicaba que los documentos "han permanecido en los archivos militares durante todos estos años, pero nunca nadie los ha solicitado consultar". Da la impresión de que a Grass le han dicho: "Tenemos esto, si quieres decir algo antes, puedes hacerlo".

Personalmente incluiría otro apunte: 8) ¿Maniobra publicitaria?

Por su parte, José María Ridao en EL PAÍS llega a otras conclusiones: 1) en la tarea de condenar al hombre no han faltado quienes consideran, por lo visto, que el hallazgo de un talón de Aquiles en el adversario político o intelectual autoriza a dar rienda suelta a las más bajas pasiones, porque permite disfrazarlas de rigor crítico, de lúcida independencia, incluso de insobornable virtud. 2) el caso Grass es un nuevo episodio en una saga de la que, de manera recurrente, se ha ido teniendo noticia con el antiguo secretario general de Naciones Unidas Kurt Waldheim, el genial director de orquesta Herbert von Karajan, o el reconocido teólogo y actual cabeza de la Iglesia católica, Joseph Ratzinger. En cada uno de estos episodios, y en tantos otros menos conocidos o aún por conocer, lo que quedaba implícitamente en entredicho era el principio, o mejor, el criterio, la simple convención, que los Aliados adoptaron para evitar que los procesos judiciales abiertos al término de la Segunda Guerra Mundial sentasen en el banquillo, por una u otra razón, desde el primero hasta el último de los alemanes vencidos. La decisión fue considerar que, a falta de mejores pruebas, los soldados movilizados por la Wehrmacht eran inocentes, mientras que los miembros de las SS, como prolongación del Partido Nazi, eran culpables. Esta distinción, trazada a ojo de buen cubero entre las ruinas aún humeantes del conflicto más devastador de la historia, permitió algo de lo que los herederos de los Aliados deberían sentirse orgullosos: Alemania dejó de ser una amenaza para nadie, incluidos los propios alemanes. 3) el caso Grass parece guardar una cierta simetría con el caso Waldheim. Mientras que éste ocultó encontrarse en los Balcanes y Salónica cuando la Wehrmacht, el ejército en teoría inocente, perpetró atroces matanzas, Grass, por su parte, ocultó haber pertenecido a la organización declarada culpable cuando ésta ya sólo estaba en condiciones de reclutar criaturas para intentar una resistencia numantina. Tanto en un caso como en el otro, la responsabilidad personal, la que deriva de los actos efectivamente realizados, fue limitada: según estableció una comisión oficial de historiadores austriacos, Waldheim pudo tener conocimiento de lo que estaba sucediendo, pero no se encontró prueba ninguna sobre su participación en los crímenes. En cuanto a Grass, el adolescente que lució la doble runa en sus solapas fue hecho prisionero apenas unas semanas más tarde de estrenar el uniforme, sin que, por fortuna, llegase a perpetrar ninguno de los desafueros que formaban parte del perverso ideario de la organización. Así lo entendió el mando Aliado cuando lo dejó en libertad, juzgándole con menos severidad que sus censores actuales. 4) La ausencia de graves responsabilidades personales en el caso de Waldheim y Grass, como también en el de Von Karajan y Ratzinger, debería contribuir a calibrar el verdadero alcance y el verdadero fundamento de los escándalos en los que estas figuras eminentes se han visto envueltas. 5) el culpable no fue único ni estuvo solo, sino que contó con entusiastas partidarios en un buen número de países europeos, incluso instalados en el gobierno, como fue el caso de Francia, Italia o España, donde los extravíos de juventud son tratados hoy, y precisamente por quienes más se ensañan con Grass, con un rasero cuando menos distinto. 6) Si quienes hemos tenido la suerte de vivir en un mundo que, hasta ahora, no nos ha obligado a realizar opciones trágicas tenemos la osadía de juzgar comportamientos ajenos en el pasado, de ganar guerras que ya fueron ganadas, deberíamos al menos ser conscientes de que nada nos garantiza que nosotros hubiéramos adoptado entonces la postura noble y no la indigna. De Sophie Scholl y tantos otros resistentes alemanes al nazismo hay, sin duda, mucho que aprender; pero tanto como de Grass, Waldheim, Von Karajan o Ratzinger, jóvenes fatalmente equivocados y no criminales, que intentaron extraer, cada cual a su modo, cada cual en íntimo combate con sus fantasmas y su vergüenza, como penitentes vitalicios, las amargas lecciones de su error.

Creo que hay algo que Ridao no dice. Personalmente considero que cualquiera puede sufrir a lo largo de su vida un cambio ideológico, político, religioso, etcétera. Todos somos “hijos de nuestro tiempo” y no parece deseable juzgar a los otros con criterios desfasados del momento histórico. Vale que, como dice Ridao, podemos aprender de todos, de Grass, de Ratzinger o de Scholl. Lo que no es tolerable, y ahí reside la diferencia que señalaba al principio entre los casos de Grass y Ratzinger es la deshonestidad de negar o mentir sobre nuestro pasado ideológico, político o religioso.

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