Apagón telefónico
Parece ser que se ha puesto de moda últimamente en España la convocatoria de diversas jornadas de protesta contra las compañías de telefonía “móvil” (en realidad, “portátil”, porque los teléfonos no tienen patas) debido a las fuertes subidas de precios que han experimentado algunos de los servicios que prestan -y cobran- a sus clientes. Jornada de “móviles caídos”, se ha dado en llamar a este tipo de protestas, que supongo habrán convocado con el consiguiente “¡PÁSALO!”... En realidad, y esta es la idea que voy a defender en esta ocasión, debería tratarse de una jornada de “móviles tirados”, esto es, tirados a la basura, vamos, jornada de darse de baja de las respectivas compañías.
El sistema capitalista de mercado en que nos encontramos actualmente, una especie de competencia perfecta revisada, establece la libertad de concurrencia de las empresas en los distintos mercados de bienes y servicios. El límite de esta entrada de empresas viene determinado por los beneficios que se obtienen, de manera que el beneficio, al final, siempre sería cero. Para solucionar esto, cada empresa procura diferenciar su producto, aunque sea en algún detalle sin importancia, y así quedarse sola en un mercado funcionalmente monopolista. Todos sabemos que los precios de los mercados monopolistas los fija la propia empresa (y no la ley de la oferta y la demanda, como sucede en el mercado de competencia perfecta) y así pasa lo que está pasando: gozamos de un sistema de economía libre en apariencia, pero cada empresa se comporta como si fuese un monopolio para su propio producto.
Esta teoría, probablemente discutible pero que considero perfectamente ilustrativa, solo tiene en cuenta el lado de la oferta (esto es, el lado de las compañías telefónicas) pero compruebo que el público municipal y espeso ha olvidado el lado en que se encuentra como consumidor, y este no es otro que el lado de la demanda. Resulta que este elemento también es esencial para fijar los precios, motivo por el cual no comprendo por qué razón en lugar de apagar el portátil durante 24 horas, los que protestan, no prueban a darse de baja en sus respectivas compañías. Cuando uno piensa que su banco o caja de ahorros está abusando en el cobro de comisiones normalmente cambia de caja de ahorros o de banco, no se limita a dejar de ir al cajero automático durante 24 horas. ¡Es la grey!
El sistema capitalista de mercado en que nos encontramos actualmente, una especie de competencia perfecta revisada, establece la libertad de concurrencia de las empresas en los distintos mercados de bienes y servicios. El límite de esta entrada de empresas viene determinado por los beneficios que se obtienen, de manera que el beneficio, al final, siempre sería cero. Para solucionar esto, cada empresa procura diferenciar su producto, aunque sea en algún detalle sin importancia, y así quedarse sola en un mercado funcionalmente monopolista. Todos sabemos que los precios de los mercados monopolistas los fija la propia empresa (y no la ley de la oferta y la demanda, como sucede en el mercado de competencia perfecta) y así pasa lo que está pasando: gozamos de un sistema de economía libre en apariencia, pero cada empresa se comporta como si fuese un monopolio para su propio producto.
Esta teoría, probablemente discutible pero que considero perfectamente ilustrativa, solo tiene en cuenta el lado de la oferta (esto es, el lado de las compañías telefónicas) pero compruebo que el público municipal y espeso ha olvidado el lado en que se encuentra como consumidor, y este no es otro que el lado de la demanda. Resulta que este elemento también es esencial para fijar los precios, motivo por el cual no comprendo por qué razón en lugar de apagar el portátil durante 24 horas, los que protestan, no prueban a darse de baja en sus respectivas compañías. Cuando uno piensa que su banco o caja de ahorros está abusando en el cobro de comisiones normalmente cambia de caja de ahorros o de banco, no se limita a dejar de ir al cajero automático durante 24 horas. ¡Es la grey!
da igual que hayasmos apagado telfonos pero ellos se hacen ricos igualmente,
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