Pavores ecológicos (continuación del debate iniciado en La Tierra herida)
Vaya por delante que a quien esto escribe no le gustan ni el fango ni el lodazal. Quien esto escribe procura tener limpia su casa y su entorno y, para ello, emplea productos no contaminantes y respetuosos con el “medio ambiente” (perdón por el pleonasmo porque, aunque algunos todavía no se hayan dado cuenta, el medio es el ambiente).
Hasta ahí bien. Todos huimos de la porquería. Mi discrepancia, en el fondo, es con aquellos que encuentran en la Ecología o en cualquier otro pretexto, incluso en la simple tranquilidad, ocasión para desplegar sus miedos. Lo que sigue a continuación es un intento de clasificación de las distintas posiciones que se han defendido en el blog a propósito de cuestiones tales como si “el Planeta se ha cansado de nosotros”, “el famoso calentamiento del planeta”, “el famoso enfriamiento del planeta”, “la capa de ozono”, etcétera. En definitiva se trataría de encontrar las razones que se esconden detrás de tales conclusiones a menudo catastróficas. Creo que solo se podría ensayar algo así analizando las opiniones vertidas en el blog mediante un criterio de clasificación de terrores o pavores ecológicos como el que nos ofrece el materialismo filosófico (Pavores ecológicos, Gustavo Bueno, Revista Ábaco, segunda época, nº 2. 1993). Por supuesto, mi intervención no pretende “dejar zanjado” el asunto; antes al contrario, supone un posicionamiento por mi parte ante lo que está por venir.
Para empezar, si tomamos a los materialistas del XIX, resultan curiosas las descripciones de Balfour o Spencer del fin del planeta Tierra (en fechas relativamente próximas) relacionadas con la muerte térmica…, no puede haber imagen más desoladora y pesimista.
Si, por el contrario, consideramos a Engels la Naturaleza aparecería como una sustancia eterna e inagotable que jamás puede perecer, a pesar de todas las injurias y torturas a que se la someta. Desde este punto de vista, la Naturaleza siempre estará recuperándose de cualquier tipo de agresión que podamos llevar a cabo los hombres, porque es infinita. Precisamente esta corriente de pensamiento fue la que impulsó un modelo de desarrollo –como el soviético, y otros- en donde, por supuesto, no se había creado todavía el concepto de “delito ecológico” ni siquiera para justificar la paralización de infraestructuras por el hallazgo de las heces de un supuesto lince...
Todos los miedos tienen un fundamento de verdad. Ahora bien, a mis contertulios les digo que nuestra obligación es dudar de las formas generales de miedo y subrayar la implicación de estos terrores con los contextos que los promueven. Así, en función de su estructura lógica, nos encontraríamos con distintos modelos de miedo ecológico: modelos míticos, en los que intervienen seres personales pero no humanos (p.ej. el Dios creador); modelos metafísicos, en los que operan fuerzas impersonales (en la cultura oriental el mito de los “sarpinis”: sucesión de fases ascendentes y fases descendentes que dan lugar a la lluvia corrosiva, la falta de oxígeno y la degradación absoluta para luego comenzar el ciclo); y modelos positivos.
En segundo lugar, en función de su radio de acción, tendríamos modelos a escala telúrica (incluyen a la Tierra, más la atmósfera, la estratosfera y la troposfera; esto es, un radio de 100 km., como mucho); y modelos cosmológicos (en donde ya no es la Tierra lo que se abarca en el radio sino que es la galaxia o el núcleo de galaxias. Hablaríamos de un radio de cientos de miles de kilómetros o incluso de años luz, pero también de hechos que sucederán dentro de miles de años y que nadie que viva en la actualidad tendrá la oportunidad de comprobar fehacientemente).
Un último criterio clasificador dependería de la relación de estos modelos respecto a los propios hombres. De este modo distinguiríamos entre modelos antrópicos (cuando hay intervención del hombre) y modelos no antrópicos. Por ejemplo, hablando de los agujeros de ozono, se podría decir que la evolución de la capa de ozono tendría que ver con los ciclos solares -en cuyo caso las catástrofes serían de índole natural-, o bien que las catástrofes son de índole antrópica -puesto que la destrucción de la capa de ozono sería provocada por los vuelos del Tupolev o del Concorde, en su día, o por el cloro de los sprays y neveras (tal como asegura Javier Couce)-. Surgiría así la tendencia de responsabilizar al hombre de la mayor parte de las catástrofes ecológicas y, por tanto, de clasificar a estas dentro de la categoría de las antrópicas.
Por otro lado, Javier, no estoy de acuerdo en considerar al “Hombre” como un virus para el planeta, ni siquiera como metáfora. La razón de esto es que no existe el hombre genérico: hombres son los del Hemisferio Norte y los del Hemisferio Sur, los blancos y los negros, los hindúes, los de una religión y los de otra, es decir, lo que llamamos “Hombre” está dividido necesariamente en razas, en grupos, en clases sociales. No queremos que las haya, pero es que las hay. Si llamamos “virus” al “Hombre” –en general- lo hacemos en detrimento de algún grupo, en este caso quizá el Tercer Mundo, porque, lo queramos o no, la única defensa de algunos grupos sociales es precisamente el incremento de la contaminación. Como Occidente ya ha contaminado todo lo que tenía que contaminar para alcanzar sus altas cotas de bienestar entonces creamos nuevas organizaciones internacionales y nuevos protocolos que hacen “ilegal” el desarrollo de la industria pesada en los países pobres. Si el hombre no hubiera contaminado lo que ha contaminado entonces no habría llegado a ser lo que hoy es. Capitalismo puro, es cierto, pero por razones más profundas que las que tú alegas en relación a la existencia de un mercado de derechos de contaminación. La creación de categorías ecologistas con el fin de apuntalar un “corpus” teórico que refrene las tendencias desarrollistas de algunos países da ciento y raya al entramado de un mercado de compra-venta de derechos de contaminación.
De la (breve) intervención de jarno retro me quedo con esto: “¿cuánto importante nos creemos para estar por encima de la historia del universo? ¿Sobre qué referencias analizamos para poder comparar, qué nos podría pasar?”. Brevemente diré que no estoy seguro de que se pueda hablar de una “historia del universo”, y también que me parece muy interesante su aportación al mencionar la importancia de las referencias que se tomen para opinar sobre hechos que, de suceder, lo harían en un lejano futuro. Considero que, en general, su posición responde a un modelo cosmológico-metafísico porque da a entender que la Naturaleza es eterna y que, vale, puede haber movimientos, perturbaciones, en la Tierra, pero que afortunadamente no afectan para nada a las estrellas (“la contaminación puede ser grave para nuestra civilización, pero qué coño somos nosotros?”).
Por una vez, y sin que sirva de precedente en el blog, coincido plenamente con los comentarios de Julio Paredes. Ha comparado los pavores ecológicos de que hace gala Javier Couce con el gran interés que despierta la ciencia ficción entre el público en general. Hecho este incuestionable. Considero que es normal tener miedo ante los modelos telúricos (terremotos, huracanes, tsunamis) pero la cuestión que habría que debatir es por qué nos afectan los modelos cosmológicos -con radios de acción de millones de años luz o cuyos efectos los sufriríamos en todo caso dentro de tres mil o cuatro mil años-,) si no los vamos a ver de ninguna manera... ¿alguien sabe cómo serán las cosas en el año 4500?.
Quizá la explicación sea la necesidad de reflexionar sobre nuestras propias representaciones ideológicas y ver que, realmente, estamos a la intemperie. Estamos en una situación parecida a la de las bandas primitivas: la banda de 60 hombres y de 20 km de radio, que no conocían nada más y no podían conocerlo. Nosotros, en lugar de 60 somos 6000 millones y en lugar de 20 km nuestro radio se ha ampliado hasta los 20.000 millones de años luz, gracias a los nuevos artefactos ópticos. A pesar de estos adelantos técnicos parece que nos manejamos con los mismos rigores conceptuales que antaño.
Para terminar –y dar continuidad al debate- transcribo un texto de Lactancio, del siglo III, en el que describe el fin del mundo. Este texto, extraído de la obra Instituciones divinas, podría ser suscrito por el propio Javier Couce, dentro del modelo cosmológico-mítico en que se mueve: “el Sol oscurecerá para siempre, de forma que no habrá diferencia entre el día y la noche, la Luna ya no se pondrá durante tres horas, sino que, manchada constantemente en sangre, hará recorridos extraños para que el hombre no pueda conocer ni el curso de las estrellas ni el significado de los tiempos. Vendrá, en efecto, el Verano en Invierno, el Invierno en Verano. Entonces, los años se acortarán, los meses serán más breves y los días más cortos, y las estrellas caerán en gran abundamiento, de forma que el cielo quedará totalmente ciego al no haber en él ninguna luz”.
Hasta ahí bien. Todos huimos de la porquería. Mi discrepancia, en el fondo, es con aquellos que encuentran en la Ecología o en cualquier otro pretexto, incluso en la simple tranquilidad, ocasión para desplegar sus miedos. Lo que sigue a continuación es un intento de clasificación de las distintas posiciones que se han defendido en el blog a propósito de cuestiones tales como si “el Planeta se ha cansado de nosotros”, “el famoso calentamiento del planeta”, “el famoso enfriamiento del planeta”, “la capa de ozono”, etcétera. En definitiva se trataría de encontrar las razones que se esconden detrás de tales conclusiones a menudo catastróficas. Creo que solo se podría ensayar algo así analizando las opiniones vertidas en el blog mediante un criterio de clasificación de terrores o pavores ecológicos como el que nos ofrece el materialismo filosófico (Pavores ecológicos, Gustavo Bueno, Revista Ábaco, segunda época, nº 2. 1993). Por supuesto, mi intervención no pretende “dejar zanjado” el asunto; antes al contrario, supone un posicionamiento por mi parte ante lo que está por venir.
Para empezar, si tomamos a los materialistas del XIX, resultan curiosas las descripciones de Balfour o Spencer del fin del planeta Tierra (en fechas relativamente próximas) relacionadas con la muerte térmica…, no puede haber imagen más desoladora y pesimista.
Si, por el contrario, consideramos a Engels la Naturaleza aparecería como una sustancia eterna e inagotable que jamás puede perecer, a pesar de todas las injurias y torturas a que se la someta. Desde este punto de vista, la Naturaleza siempre estará recuperándose de cualquier tipo de agresión que podamos llevar a cabo los hombres, porque es infinita. Precisamente esta corriente de pensamiento fue la que impulsó un modelo de desarrollo –como el soviético, y otros- en donde, por supuesto, no se había creado todavía el concepto de “delito ecológico” ni siquiera para justificar la paralización de infraestructuras por el hallazgo de las heces de un supuesto lince...
Todos los miedos tienen un fundamento de verdad. Ahora bien, a mis contertulios les digo que nuestra obligación es dudar de las formas generales de miedo y subrayar la implicación de estos terrores con los contextos que los promueven. Así, en función de su estructura lógica, nos encontraríamos con distintos modelos de miedo ecológico: modelos míticos, en los que intervienen seres personales pero no humanos (p.ej. el Dios creador); modelos metafísicos, en los que operan fuerzas impersonales (en la cultura oriental el mito de los “sarpinis”: sucesión de fases ascendentes y fases descendentes que dan lugar a la lluvia corrosiva, la falta de oxígeno y la degradación absoluta para luego comenzar el ciclo); y modelos positivos.
En segundo lugar, en función de su radio de acción, tendríamos modelos a escala telúrica (incluyen a la Tierra, más la atmósfera, la estratosfera y la troposfera; esto es, un radio de 100 km., como mucho); y modelos cosmológicos (en donde ya no es la Tierra lo que se abarca en el radio sino que es la galaxia o el núcleo de galaxias. Hablaríamos de un radio de cientos de miles de kilómetros o incluso de años luz, pero también de hechos que sucederán dentro de miles de años y que nadie que viva en la actualidad tendrá la oportunidad de comprobar fehacientemente).
Un último criterio clasificador dependería de la relación de estos modelos respecto a los propios hombres. De este modo distinguiríamos entre modelos antrópicos (cuando hay intervención del hombre) y modelos no antrópicos. Por ejemplo, hablando de los agujeros de ozono, se podría decir que la evolución de la capa de ozono tendría que ver con los ciclos solares -en cuyo caso las catástrofes serían de índole natural-, o bien que las catástrofes son de índole antrópica -puesto que la destrucción de la capa de ozono sería provocada por los vuelos del Tupolev o del Concorde, en su día, o por el cloro de los sprays y neveras (tal como asegura Javier Couce)-. Surgiría así la tendencia de responsabilizar al hombre de la mayor parte de las catástrofes ecológicas y, por tanto, de clasificar a estas dentro de la categoría de las antrópicas.
Por otro lado, Javier, no estoy de acuerdo en considerar al “Hombre” como un virus para el planeta, ni siquiera como metáfora. La razón de esto es que no existe el hombre genérico: hombres son los del Hemisferio Norte y los del Hemisferio Sur, los blancos y los negros, los hindúes, los de una religión y los de otra, es decir, lo que llamamos “Hombre” está dividido necesariamente en razas, en grupos, en clases sociales. No queremos que las haya, pero es que las hay. Si llamamos “virus” al “Hombre” –en general- lo hacemos en detrimento de algún grupo, en este caso quizá el Tercer Mundo, porque, lo queramos o no, la única defensa de algunos grupos sociales es precisamente el incremento de la contaminación. Como Occidente ya ha contaminado todo lo que tenía que contaminar para alcanzar sus altas cotas de bienestar entonces creamos nuevas organizaciones internacionales y nuevos protocolos que hacen “ilegal” el desarrollo de la industria pesada en los países pobres. Si el hombre no hubiera contaminado lo que ha contaminado entonces no habría llegado a ser lo que hoy es. Capitalismo puro, es cierto, pero por razones más profundas que las que tú alegas en relación a la existencia de un mercado de derechos de contaminación. La creación de categorías ecologistas con el fin de apuntalar un “corpus” teórico que refrene las tendencias desarrollistas de algunos países da ciento y raya al entramado de un mercado de compra-venta de derechos de contaminación.
De la (breve) intervención de jarno retro me quedo con esto: “¿cuánto importante nos creemos para estar por encima de la historia del universo? ¿Sobre qué referencias analizamos para poder comparar, qué nos podría pasar?”. Brevemente diré que no estoy seguro de que se pueda hablar de una “historia del universo”, y también que me parece muy interesante su aportación al mencionar la importancia de las referencias que se tomen para opinar sobre hechos que, de suceder, lo harían en un lejano futuro. Considero que, en general, su posición responde a un modelo cosmológico-metafísico porque da a entender que la Naturaleza es eterna y que, vale, puede haber movimientos, perturbaciones, en la Tierra, pero que afortunadamente no afectan para nada a las estrellas (“la contaminación puede ser grave para nuestra civilización, pero qué coño somos nosotros?”).
Por una vez, y sin que sirva de precedente en el blog, coincido plenamente con los comentarios de Julio Paredes. Ha comparado los pavores ecológicos de que hace gala Javier Couce con el gran interés que despierta la ciencia ficción entre el público en general. Hecho este incuestionable. Considero que es normal tener miedo ante los modelos telúricos (terremotos, huracanes, tsunamis) pero la cuestión que habría que debatir es por qué nos afectan los modelos cosmológicos -con radios de acción de millones de años luz o cuyos efectos los sufriríamos en todo caso dentro de tres mil o cuatro mil años-,) si no los vamos a ver de ninguna manera... ¿alguien sabe cómo serán las cosas en el año 4500?.
Quizá la explicación sea la necesidad de reflexionar sobre nuestras propias representaciones ideológicas y ver que, realmente, estamos a la intemperie. Estamos en una situación parecida a la de las bandas primitivas: la banda de 60 hombres y de 20 km de radio, que no conocían nada más y no podían conocerlo. Nosotros, en lugar de 60 somos 6000 millones y en lugar de 20 km nuestro radio se ha ampliado hasta los 20.000 millones de años luz, gracias a los nuevos artefactos ópticos. A pesar de estos adelantos técnicos parece que nos manejamos con los mismos rigores conceptuales que antaño.
Para terminar –y dar continuidad al debate- transcribo un texto de Lactancio, del siglo III, en el que describe el fin del mundo. Este texto, extraído de la obra Instituciones divinas, podría ser suscrito por el propio Javier Couce, dentro del modelo cosmológico-mítico en que se mueve: “el Sol oscurecerá para siempre, de forma que no habrá diferencia entre el día y la noche, la Luna ya no se pondrá durante tres horas, sino que, manchada constantemente en sangre, hará recorridos extraños para que el hombre no pueda conocer ni el curso de las estrellas ni el significado de los tiempos. Vendrá, en efecto, el Verano en Invierno, el Invierno en Verano. Entonces, los años se acortarán, los meses serán más breves y los días más cortos, y las estrellas caerán en gran abundamiento, de forma que el cielo quedará totalmente ciego al no haber en él ninguna luz”.
Me gusta mucho salir al campo. Me gusta mucho visitar pueblos y charlar con sus habitantes. Me gusta comprar la miel que venden, pero este año no había. En una zona de Guadalajara famosa por su miel, este año no hay, dicen que las abejas están despistadas y han tenido que quitar las colmenas.
ResponderEliminarVivo en una urbanización a las afueras de Madrid. de esas que son una versión modernizada de las "corralas del Madrid de la posguerra" y que hacen que el fin de la clase media globalizada sea pagar una hipoteca. Hay chopos, están como en verano, hay las mismas hojas y con el mismo color en noviembre que en junio. Se caen las hojas más tarde. Efecto colateral era que el portero siempre nos pedía un "plus" por recogerlas, ya no se atreve.
Queridos Juan Carlos y Julio (los hermanos Dalton), no hay más que hacer un rastreo por internet para conseguir todos los datos científicos posibles sobre el cambio climático, pero no se trata de eso. Se trata de observar hechos como los anteriores que todos en nuestra vida cotidiana podemos percibir,luego está la información que podemos recabar sobre esas percepciones y de ahí salen las ideas, la opinión. Otra cosa muy distinta son las convicciones que sobre este u otros temas podamos tener. Yo creo que cuanta más información más opiniones y menos convicciones.
Compañero Juan Carlos, hablas de Gustavo Bueno, los materialistas del S. XIX, Engels, Lactancio (quién es Lactancio...?),pero no mencionas ni una sola vez el "cambio climático producido por la acción del hombre" que es de lo que yo estaba hablando en mis anteriores comentarios . Por cierto, niegas la existencia del hombre genérico, sí existe, vive en Europa, Asia, Australia o en el último pueblo del Amazonas, sólo que este último ha vendido un reportaje de su aldea a la BBC y con esto se ha comprado un motor "evynrude" de cuarenta caballos de potencia porque así "el remar se va a acabar".
En fin, yo sólo quería dejar constancia de que el cambio climático es una cosa seria, para mí el mayor problema que ahora mismo tiene la humanidad (relativizando sería bueno preguntarle a un mozambiqueño con menos de 1 Euro al día qué opina del tema) y que "menos samba e máis traballar", menos Lactancio y más tener aptitudes positivas con el medio ambiente, salir de la trinchera del extremo para colocarse en el "ambiente del medio".
P.D este texto fue escrito del tirón, ruego disculpen la ausencia de comentarios relativos a Lactancio del S. III, pleonasmos del tipo "yo mismo lo he escrito con mis propias manos" y demás lindezas del océano google, porque ahora mismo tengo que bajar la basura y son muchas bolsas las que hay que bajar: la del vidrio, la del papel, la de los plásticos y la orgánica, oh no...?
Sólo me queda aplaudir a Juan Carlos Paredes, pues efectivamente, por primera vez en este blog, coincido al 100 %
ResponderEliminarMucho cuidado con los rastreos por internet. Si son para encontrar blogs como este, que es un foro en el que debatir ideas, bienvenidos sean pero ojo con la búsqueda de fundamentaciones científicas sobre todo si caemos en el error de confundir los contextos de descubrimiento con los contextos de justificación. De ello hablaré a continuación.
ResponderEliminarEl problema, Javier, no está generalmente en el hecho (vale que las abejas de tu pueblo no den miel cuando “debieran” hacerlo, o que las hojas de los chopos no caigan cuando “toca” hacerlo), de esto puede percatarse cualquier observador. El quid de la cuestión está en la justificación que damos a ese hecho. Podemos encontrar datos científicos, o estadísticos, o sociológicos que avalen una determinada tesis (científica, estadística o sociológica), pero el problema surge cuando se habla del “cambio climático PRODUCIDO POR la acción del hombre”, así, por las buenas. Me parece irresponsable y demagógico establecer alegremente semejante conexión. Es sabido que estas ideas han sido manifestadas por algunos desde tiempo inmemorial (el mito del buen salvaje, etcétera) y que es posible rastrear sus orígenes. Consisten, en definitiva en subordinar el Hombre al Mundo, a la Naturaleza. Las catástrofes naturales serían causadas, en definitiva, por el propio Hombre, que actuaría como una verdadera plaga (“el hombre es un virus para el Planeta”; “la Naturaleza tiene cáncer, y el cáncer es el hombre”, etcétera).
Lo que nos estás contando es un relato. Como el del big-bang, o como el que aparece en libro del Génesis. En definitiva un “flatus vocis”.
Y aquí entra, querido Javier, Lactancio. Debe resultar sorprendente para uno descubrir que su discurso –tan moderno en apariencia- ya fue expresado hace cientos de años cuando no existían ni los sprays ni los motores de explosión. Leer a Lactancio y comprobar que decía cosas tan parecidas a las tuyas tendría que hacernos meditar a todos. Se puede desconocer a este filósofo –realmente no es de los más visitados- pero constituye una felonía descartarlo sin más. Ni siquiera se refuta el argumento, simplemente se desecha. ¡País!
Javier, no rehuyo el debate sobre el cambio climático. De hecho este es el tema en cuestión. Lo que pasa es que mi visión sobre esto está bastante alejada de tus tesis. La mía ya la he expresado convenientemente: en el momento en que Occidente ha alcanzado una determinada posición económica y tecnológica ha empezado a cimentar un “corpus” teórico que próximamente se aprovechará para ilegalizar –dentro del derecho internacional- cualquier emisión contaminante que vaya en contra de los intereses de las potencias mundiales. La creación de derechos de contaminación que se intercambian en los mercados supone la prueba de esto: no importa que se contamine lo que importa es que no se desarrolle la industria pesada de los países emergentes para que no nos hagan sombra en el gran tablero mundial.
Las ideas que tú difundes no hacen otra cosa que seguirle el juego a estos intereses –y además demagógicamente- porque, vale, tú separas las latas y los botes cuando tiras la basura, pero seguro que conduces un coche y tu casa cuenta con energía eléctrica, por no hablar de todos los subproductos y residuos que generas –directa o indirectamente- como consumidor en un mercado pletórico y superabundante como el nuestro.
Lo dicho, más Lactancio y menos rastreo por internet.
En la edición del sábado 18 de noviembre del suplemento Babelia del diario EL PAÍS, se rescata la tesis rechazada por Javier Couce referente a la posibilidad de que el la desaparición de la capa de ozono compense en buena medida el llamado “efecto invernadero”. Se dicen otras cosas interesantes en el comentario de José Manuel Sánchez Ron al libro de Toharia titulado El clima. Destaco lo siguiente:
ResponderEliminar”A través de los dos capítulos que tratan del pasado, los lectores se darán cuenta de los muy variados y complejos mecanismos que intervienen en los fenómenos meteorológicos, una situación que hace que nos planteemos todo tipo de posibilidades y preguntas, muchas sin contestar todavía. Toharia insiste machaconamente en este punto, en que las incertidumbres son muchas. "Es difícil de cuantificar", escribe, por ejemplo, "el movimiento de las corrientes profundas o la emisión directa o indirecta del calor desde la superficie del mar. Ni siquiera sabemos cuán es la capacidad de los mares para absorber dióxido de carbono, y conocemos mal las reacciones químicas que se producen con gases invernadero tan importantes como el metano y el ozono. Ni tampoco entendemos bien cuál es el orden de magnitud de la energía que intercambian, a largo plazo, las aguas del planeta en superficie con las aguas profundas, y también con el aire y con las tierras".
Sabemos que los procesos meteorológicos son algo así como un "arma de doble filo". Las nubes, por ejemplo, pueden actuar como elementos que frenan el efecto invernadero, actuando durante el día como pantallas que impiden la llegada de la radiación del Sol a la Tierra, pero, por otro lado, acumulan calor en las noches, enfriando menos por estar el cielo cubierto.
Decía antes que Toharia no ha rehuido entrar en polémicas defendiendo sus ideas. Y una de ellas es que la verdad científica no debe admitir compromisos, aunque sus resultados no se ajusten a lo que nos gusta o interesa, incluso cuando se trata de defender causas nobles. Fiel a tal espíritu, y aun estando muy preocupado por el futuro climático de la Tierra, no se ha recatado en criticar aquello que en su opinión se utiliza erróneamente para defender la existencia de un calentamiento global producido por la actividad humana. Los casos, por ejemplo, de ciclones como el Katrina, que, escribe, "no pasó de ser un ciclón tropical muy activo de los que todos los años se dan varios en la misma zona". O la posibilidad de la subida del nivel de los mares y océanos, de la que comenta: "En todo caso, el riesgo de que los hielos antárticos se conviertan en agua y hagan subir el nivel del mar es muy remoto, ni siquiera si aumentan mucho los gases de efecto invernadero...”
Atentamente.
ay, ay, ay.... otra vez querido Juan Carlos me vuelves con las mismas. Decía por ahí arriba que la información nos lleva a la opinión, a las ideas, a la razón, y ya ves tu lo importante que es la razón, somos animales racionales.Pero la información tiene que ser libre, abierta, porque si es sesgada normalmente llegamos a la "desinformación".Puede pasar que otras personas hayan leído también el especial que "el País" del sábado dedica al cambio climático,comprobando que son cuatro la páginas enteras que dedica al tema; porqué no hablas nada del resto de los artículos...?, te quedas con la excepción, dejo en tu mano que los menciones.
ResponderEliminarDe todas formas hay algo que me perturba más que lo anterior. Te paso que de cinco artículos extensos sólo menciones el de Manuel Toharia -Te acepto pulpo como animal de compañía- pero lo que no te acepto es que dicho artículo lo cortes por donde a ti te de la gana ,porque cogiendo un parrafito de aquí y otro de allá cambias totalmente el sentido que el autor quería darle y eso me parece que es hacer trampa. Transcribo literalmente el último parrafo de dicho artículo, justo donde tu "casualmente te has quedado":
-Incertidumbres y posibilidades diversas cuando no contradictorias han sido, y continúan siendo, utilizadas por muchos para argumentar que no hay que preocuparse tanto, que el futuro no es tan sombrío como algunos quieren hacernos creer. Toharia no forma parte de este clan:"De todos modos", declara, "y por mucho que nos falte por saber, ha de quedar claro... que aunque no sepamos muchas cosas y temamos muchas otras, parece imprescindible adoptar medidas que incidan en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero".
Hay mucho, sin duda, de lo que preocuparse, y la lista que aparece en este libro es más que abundante; por ejemplo: contaminación por emisión de dióxido de carbono, superpoblación y derroche energético. También la la pobreza. Como dijo Indira Gandhi: "la peor contaminación es el hambre". Y es que el problema del clima se entiende desde la ciencia, pero se soluciona -si es que es posible- desde la política y la acción social. Precisamente por ello, Toharia dedica el último capítulo a comentar posibles soluciones individuales y colectivas.-
SALUD Y SUERTE...
HECHOS:
ResponderEliminarLa decada de los 90 fue la más calurosa registrada desde 1861, y 1998 el año más cálido (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático IPCC).
Durante el s. XX la temperatura media global ha aumentado 0,6 º C, y la media europea alrededor de 0,95ºC. En España este aumento ha sido mayor, de 1,5º C. Casi dos tercios de este incremento se ha producido a partir de 1975 (IPCC).
La concentración de CO2 en la atmósfera es ya un 36% superior a la que había antes de la Revolución Industrial, la más alta registrada en los últimos 420.000 años y también, posiblemente, en los últimos 20 millones de años. El ritmo actual de crecimiento no tiene precedentes, al menos en los últimos 20.000 años (IPCC).
Se prevé que a finales de este siglo la temperatura media global suba entre 1,4 y 5,8ºC (IPCC).
Los expertos señalan que un aumento de 2ºC. en la temperatura media global es el umbral de peligro más allá del cual el cambio climático será un problema difícil de controlar, con graves consecuencias económicas, sociales y medioambientales. Para mantener un calentamiento global por debajo de ese umbral las emisiones de los países industrializados deberían reducirse en un 80% para mediados de este siglo. A escala mundial sería precisa una reducción de un 50% durante el mismo período (WWF).
En España la temperatura media podría subir entre 2,5 y 3,5ºC. para mediados de este siglo. El centro de la península experimentará 6 semanas adicionales de días con temperaturas por encima de los 35ºC., mientras que en las zonas costeras habrá una media de 2 semanas adicionales (WWF).
El verano del 2003 fue el más cálido sufrido por Europa en los últimos 500 años. Entre julio y agosto de ese año se superaron entre dos y cinco grados centígrados las temperaturas medias del último medio siglo (revista Nature).
Información sacada de www.movimientoclima.org
Primeramente hagamos algunas aclaraciones: no compré la edición escrita del 18/11/2006 de EL PAÍS , tuve noticia del especial sobre ecología en la edición electrónica de ese periódico. En mi comentario cito fecha y fuente del texto seleccionado, y por tanto no hay engaño. Cualquier lector inquieto tendría acceso a él.
ResponderEliminarNo hay trampa, me limito a recoger otras sensibilidades que se mencionan en el artículo que me parecen pertinentes: como por ejemplo que el estudio de Toumi publicado en Nature el año 1994 no está tan desfasado como algunos opinan, me refiero a aquellos que se apuntan a las tesis catastrofistas, y que son legión. Compruebo que el estudio de Toumi es ya una referencia.
Temía que el debate quedase reducido al final a este episodio, pero una nueva intervención de Javier Couce nos vuelve a poner en el debate. Y allí vamos:
La exposición que haces en tu última intervención establece un paralelismo entre desarrollo industrial y los aumentos de la temperatura registrada durante los últimos doscientos años. En esta ocasión no se dice pero, presentados así los datos, se “intuye” una conexión entre ambos fenómenos. De este modo, los procesos industriales en aumento durante este período serían los causantes del incremento, grado a grado, de la temperatura media en la Tierra… No se explican los mecanismos que justifican esta relación y, si se hace, como en otros momentos en el blog, se recurre a un relato catastrofista que yo denominaría “Pensamiento Lactancio” que nos sitúa a los hombres como asesinos del planeta cuando no de nuestra propia especie (modificando los ciclos naturales, incluso geológicos, etcétera).
Del mismo modo, alguien podría establecer una relación entre el aumento de la temperatura media registrada en la Tierra con la expansión de la influencia del idioma inglés en el mundo… Así, en la actualidad se observa una coincidencia en los niveles máximos de ambas magnitudes registrados en los últimos doscientos años. Este ejemplo, que a alguno le podría parecer casi traído por los pelos, no pretende ironizar sobre la cuestión sino mostrar lo endeble de algunas afirmaciones. Aunque estas sean expresadas con buena intención y con mejor talante.
Por último, para no repetir argumentos –considero mi intervención en el apartado Pavores ecológicos plenamente vigente y todavía no discutido en el blog- sería interesante descubrir qué intereses se esconden bajo esa apariencia moderna y “políticamente correcta” de consumidores satisfechos en el mercado pletórico que, sin embargo, enarbolan la bandera de la ecología y el Pensamiento Lactancio.
Atentamente.
Por su interés, transcribo una carta publicada en el diario EL PAIS de hoy, 20 de enero de 2007:
ResponderEliminar¿Cambio climático?
David Rabadà i Vives - Barcelona - 20/01/2007
¿Y si el cambio climático global fuera una quimera? El hecho de que este invierno sea anormal parece explicarse, y según los climatólogos, por el fenómeno natural de El Niño, un conjunto de fuertes borrascas que se suceden por el Pacífico cada una o dos décadas. Lo curioso del caso es que el fenómeno de El Niño no se debe a la contaminación humana, es algo que lleva mucho tiempo sucediendo. Hace años que algunos geólogos presentaron ciertas pruebas argumentando que las corrientes de El Niño se debían a un flujo de calor volcánico por debajo del océano Pacífico. Si esto fuera así, ¿cómo se explica que todos culpen a la contaminación de un invierno sin nieve? ¿No será que nos hemos vuelto algo simples buscando respuestas? Ahora todo lo adjudicamos a la contaminación sin darnos cuenta de que la naturaleza es mucho más compleja que el actual invierno anómalo. Durante la historia han existido más inviernos extraños como éste y, por si fuera poco, el calentamiento global empezó mucho antes que la humanidad empezara a contaminar, en concreto hace una decena de miles de años antes. Parece obvio que tras quienes afirman que el planeta se está calentando por causa humana, hay también muchos intereses creados. En otro caso muchos proyectos de investigación estatales quedarían sin justificación y fondos.
Cambios en el clima se han presentado de forma natural a lo largo de toda la historia de la Tierra, pero hasta ahora nunca habían alcanzado un ritmo como el actual, ni había sido consecuencia de la actividad humana. Estamos ante un problema muy complejo que, si no se aborda de inmediato, repercutirá negativamente en todas las formas de vida.
ResponderEliminarLos impactos del cambio climático ya son visibles: a lo largo del último siglo se ha confirmado que la temperatura global de nuestro planeta ha aumentado, al igual que se ha constatado un aumento de la frecuencia de ciertos fenómenos climáticos extremos, el retroceso de los glaciares y la subida del nivel del mar, confirmándose así cambios en el clima global.
El aumento de la cantidad de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, principalmente el CO2, es responsable de estos cambios. Tenemos la necesidad urgente de reducir drásticamente las emisiones de estos gases en las próximas décadas
Buenas noches,
ResponderEliminarDespués de todo un día delante de mi ordenador, dentro de mi parcela laboral, me ha sido un poco complicado leer y asimilar de forma continua, la gran sopa de letras, que forman, vuestras diversas opiniones(no es mi costumbre). Casualmente, hoy mismo he recibido un correo en relación a este tema de tanta actualidad. Una vez asímilado el articulo que vincula este link (http://www.mitosyfraudes.org/Calen6/Campos-2.html.), mi visión a cambiado mucho al respecto, espero despejar alguna duda planteada en vuestras hipotesis anteriores.
No estoy habituado a pasear por estos blogs, pero hoy buscando algún mail de mi amigo Juan Carlos, no he podido evitar mi curiosidad y me he permitido acceder a tan valioso registro, formado por este entramado de noticias y sus mas diversas opiniones.
Un saludo y buenas noches de nuevo.