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07 diciembre 2007

La brújula dorada

En su edición del 5 de diciembre, el diario ADN publica en su sección CINE Y ESPECTÁCULOS (o como quiera que se llame) una noticia relacionada con un estreno cinematográfico: La brújula dorada.

Esta noticia, que probablemente pasará desapercibida para el público municipal y espeso -como diría Rubén Darío-, contiene innumerables líneas de investigación relacionadas con un tema realmente interesante: la involucración entre el cine y la Religión. El hecho de que la llamada Liga Católica de EEUU arremeta contra la cinta no me parece lo más importante, como tampoco lo es que esa misma organización acuse al autor del libro en que está basada la película de "promover el ateísmo"... En realidad, según los postulados de Gustavo Bueno, estaríamos ante una refluencia de una religiosidad primaria a la que habría llegado Pullman acaso sin querer: estaría hablando en prosa sin saberlo.


Una película de estas características habría sido impensable hace doscientos o trescientos años, y no solamente por las razones que estará pensando alguno (el cine no lo inventan los hermanos Lumière hasta 1895) sino porque en aquella época todavía estaban en pleno apogeo las teorías del "automatismo de las bestias" (Descartes, pero antes que él Gómez Pereira).


Fue necesario Darwin y, más recientemente, el desarrollo de la etología, que muestran una línea entre los animales y el hombre, para que tengan algún sentido películas como El planeta de los simios, Los pájaros (de Hitchkock), El oso, o esta que se estrena ahora (La brújula dorada).


Para decirlo rápidamente: La brújula dorada es un ejemplo de verdadero cine religioso.



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