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27 agosto 2007

Personas y personos.

Mucho se ha discutido sobre la conveniencia de decir “jóvenes y jóvenas” en lugar de “jóvenes”; “vascos y vascas” en lugar de “vascos”; o “todos/as los/las trabajadores/as” en lugar de “todos los trabajadores.”

Es sabido que el género gramatical no se refiere al sexo biológico sino a otro orden. Así, la justicia no es una mujer, aunque se la represente como tal (y además con los ojos tapados como queriendo representar que es ciega, cuando se imparte). Del mismo modo, puede haber mujeres y hombres policías, aunque este cuerpo, como institución, se escriba en “femenino”: la policía. Así, ante un altercado callejero, los vecinos del barrio “llamaron a la policía” y no “al policía”, porque entonces estaríamos indicando que solamente habría acudido uno, el único existente en plantilla.

Una actitud revisionista como la descrita al principio de este comentario (“todos/as los/las trabajadores/as”) nos llevaría a cambiar las titulaciones de los agentes de la autoridad por el de “policío”, para los varones, y “policía” para las mujeres… En fin, a todas luces absurdo. Absurdo, sí, pero al parecer, en sintonía con la corrección política.

Hasta hace poco tenía bastante claro que, detrás de este movimiento, el de lo políticamente correcto, se escondían intereses ideológicos de distinto pelaje. En realidad, la corrección política no es otra cosa que ideología, pero no ideología, en el sentido de Zapatero (en su célebre prólogo a un libro de Jordi Sevilla escribió: "Ideología significa idea lógica y en política no hay ideas lógicas, hay ideas sujetas a debate que se aceptan en un proceso deliberativo, pero nunca por la evidencia de una deducción lógica"), sino, como ha expuesto Gustavo Bueno, ideología como “sistema de ideas en el que se formulan los intereses generales de un grupo o clase social cuando se enfrenta con otros grupos o clases sociales.”

Pues bien, acabo de abandonar esta idea. No hay tal lucha ideológica. La clave me la dio mi hija, de tres años de edad. Hace unos días le comenté que "nuestro perro hace caca, como las personas". Le dije que ella es una persona, y que yo también soy una persona… su respuesta, inmediata, fue: no, tú eres un “persono”, yo soy una persona, su hermano es un “persono” y mamá es una persona… De este modo, para la niña, los hombres somos “personos” y las mujeres son personas. En definitiva, pensé, detrás de la corrección política no hay ideología sino la mentalidad de una niña de tres años… Así, personas y personos; vascos y vascas; progenitores A y progenitores B; todo en la línea, supongo, de dar respuesta a ese artículo 11 de la Ley orgánica para la (des)igualdad: “implantación de un lenguaje no sexista en el ámbito administrativo y su fomento en la totalidad de las relaciones sociales, culturales y artísticas”. ¡Que Dios nos pille confesados/as!

4 comentarios:

  1. Anónimo1:56 p. m.

    Totalmente de acuerdo, pero aún hay más ¿qué decir de la erradicación en los medios del vocablo Gerona?¿Y Getxo (sic)?
    Creo que ahí existe un filón para otro artículo, el que da cuenta de semejante aberración a la que contribuyen casi todos los periódicos

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  2. He retrasado mi respuesta a este comentario por una razón bien sencilla: no lo tengo nada claro. Para empezar diré que siempre empleo los topónimos en castellano; así, Gerona, La Coruña, Oviedo, y demás. Hasta ahí bien. El problema surge cuando alguien agarra, va, coge, se pone y dice: Girona, A Coruña, Uvieu… es decir, emplea la denominación propia de la lengua vernácula de cada área. El asunto no ofrece ninguna complicación ante denominaciones como Galiza para Galicia, o A Crunha para La Coruña porque en estos casos no hay explicación posible para el cambio de denominación. Sencillamente, se trata de invenciones muy recientes que, además, no han tenido ningún éxito salvo en los reducidos grupos en donde se gestaron tamaños dislates.

    El problema con el término “Girona” es que –en principio-, no se trata de ninguna invención de laboratorio, sino es el que se emplea usualmente en la lengua catalana para denominar a la ciudad (y la provincia) de Gerona. ¿Cuál prevalece, Girona o Gerona?

    Mi duda, agónica, viene dada porque, vale, la palabra “Gerona” se debería utilizar cuando hablamos en castellano, y “Girona” cuando hablamos en catalán… pero resulta que, mal que nos pese, ha salido publicado en el BOE que la denominación oficial ya no es Gerona sino Girona.

    Quizá con otro ejemplo conseguiré exponer mejor mis dudas. ¿Qué sucedería si, reunidos en pleno, en el uso de sus competencias, el Ayuntamiento de Gerona decide que, a partir del día de la fecha, la ciudad de Girona, antes Gerona, pasara a ser Katiushketa (por inventar algo), y que esta denominación se aprobara tanto en el Parlamento catalán como en las Cortes de Madrid, publicándose luego en el BOE? Si alguien consigue responder esta cuestión de modo satisfactorio estoy dispuesto a despejar todas mis dudas. Un saludo.

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  3. Anónimo12:41 p. m.

    Allá va mi respuesta.
    Me decanto por el término Gerona y similares porque es el propio carácter histórico de la ciudad, el hecho de haber estado "en el mapa" el que ha propiciado la aparición y perdurabilidad del término en español. Y ello sin entrar a valorar cuál de los dos topónimos (Gerona-Girona) fue anterior, aunque es evidente que hubo otros con anterioridad. El español, como es bien sabido, es un idioma internacional que ha incorporado muchísimas palabras ajenas gracias entre otras cosas a su riqueza y flexibilidad, a sus cultivadores (Cervantes, Quevedo,...) y a haber estado ligado a una plataforma política de gran potencia. El imperio español. Por todo ellos, creo que Gerona no debe despreciar dicha palabra con la que, por cierto, Galdós tituló uno de sus Episodios Nacionales
    Un saludo

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  4. Compruebo que tú tienes resuelto este problema. Para fundamentarlo acudes a cuestiones de orden histórico (incluso político, cuando mencionas –con acierto- el imperio español). Otra cosa es la alusión a Galdós. Percibo que, últimamente, se está rehabilitando su figura (me pregunto si habrá algún aniversario próximo, pero no me voy a levantar ahora a mirarlo), pero esto puede ser coyuntural, cuestión de modas, no en vano durante muchos años su figura se incorporaba al grupo de los “tostones” decimonónicos, vamos, que no estaba de moda como narrador, al margen de su valor como cronista (?) de una época.

    También queda sin respuesta la pregunta que planteo al final de mi comentario. Le he estado dando vueltas y, quizá, una posible solución vendría de la mano de que, quien así piensa, es decir, quienes consideran que un simple acuerdo en un pleno/parlamento/cortes basta para cometer un atentado contra la historia, estaría incurriendo en fundamentalismo democrático. Quiero decir que estaríamos ante un acto de democracia procedimental pero esto no justificaría el revisionismo a que se están viendo sometidos los topónimos españoles. ¿Qué opinas?

    (Como nota a pie de página diré que, con ocasión de una visita al País Vasco, me vi adentrándome por una zona boscosa y montañosa siguiendo un cartel que ponía: “Iruñea” -debía ser Pamplona, supongo- pero mi destino era en realidad Irún… Vamos, que he sufrido en primera persona los efectos “colaterales” de los cambios en los nombrecitos…)

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